El Bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, que se conmemora en el año 2009, brinda la ocasión de repasar cuestiones en las convergen la Ciencia, la Razón y la Fe. Este Curso presenta a personalidades de diversas Universidades que intervendrán en el Colegio Mayor Albayzín, de la Universidad de Granada, entre el 19 de febrero y el 4 de marzo próximo.

jueves, 27 de agosto de 2009

Archivos Filosóficos del Sur


Se publican en el nº 1 de la Revista Archivos Filosóficos del Sur las conferencias impartidas en las Jornadas sobre “Ciencia, Filosofía y Fe ene Bicentenario de Darwin” celebradas en el Colegio Mayor Albayzin...

Si tienes interés en tener un ejemplar puedes solicitarlo a través de la web del Colegio Mayor.

viernes, 6 de marzo de 2009

Ya están a la venta los dvd del origen del hombre


Los dvd que se emitieron en el Curso están ya a la venta. Más información en esta web.

Las relaciones entre Ciencia y Religión en el proceso a Galileo


El Curso acabó con una conferencia de Ignacio Sols, Catedrático de Álgebra en la Universidad Complutense de Madrid sobre "Las relaciones entre Ciencia y Religión en el proceso a Galileo".
Para descargarte un artículo de Ignacio Sols sobre el proceso a Galileo aparecido en la revista Atlántida, haz clic aquí

Sols ha tenido una amplia formación como Investigador obtenida principalmente en los Estados Unidos. Es Investigador Asociado en la Universidad de Berkeley, California.
Se puede decir que se ha dedicado fundamentalmente a la formación de investigadores, dirigiendo muchas tesis doctorales. Ha sido promotor del grupo GESTA (Geometría simpléctica con técnicas algebraicas), interesado en geometría simpléctica y su relación con la geometría algebraica y la física matemática que anualmente organiza un encuentro.Entre sus muchas actividades destaca la afición a la Filosofía y la Historia. EWntre estos temas, ha profundizado en la figura de Galileo, matemático que terminó siendo el padre de la Ciencia moderna.
Al final de la Conferencia hubo algunas preguntas de Jesús Parraga y Francisco Morillas, profesores titular de Farmacia, y Mateo García Lobato, matemático, entre otros.

lunes, 23 de febrero de 2009

Entrevista al Profesor Agazzi


ENTREVISTA REALIZADA CON MOTIVO DEL SEMINARIO IMPARTIDO POR AGAZZI EN LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA, EN EL Grupo de Investigación Interdisciplinar sobre "Ciencia, Razón y Fe" (CRYF).

El nacimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII parece estar marcado por su enfrentamiento con la religión. ¿Es este enfrentamiento inevitable?

En realidad, la antirreligiosidad que parece estar asociada a la ciencia moderna no es algo intrínseco a la misma ciencia. Lo que ocurre con el nacimiento de la ciencia no es sino la reedición de una "inclinación antirreligiosa" que recorre gran parte de la historia. Es cierto que con el método que se abre paso en la nueva ciencia, dicha "inclinación" cuenta desde ese momento con armas nuevas, pero la actitud polémica contra la religión ha existido siempre. Pienso, por tanto, que era inevitable que se produjera el enfrentamiento al que usted se refiere, pero su raíz no obedece a causas internas al método científico.

¿A qué se debe que esa "inclinación antirreligiosa" pueda contar como aliada con la ciencia moderna? Si la ciencia se ocupa de verdades, ¿cómo es posible que pueda ser esgrimida contra la religión?

Realmente usted plantea una pregunta que no es fácil de contestar en pocas palabras. En cualquier caso trataré de ser breve y, en consecuencia, dada la complejidad del tema, la respuesta será necesariamente incompleta.

Me parece que es importante destacar, como argumento en contra de una oposición intrínseca entre ciencia y religión, algo que es bien conocido: los creadores de la ciencia moderna, los primeros grandes científicos, también ocurre con los más importantes del siglo XX, eran personas religiosas, vivían su fe. No fueron ellos, salvo raras excepciones, los que empuñaron los argumentos de la ciencia en contra de la religión. En aquellos primeros científicos, y también entre los intelectuales de su tiempo, podemos reconocer, más bien, un intento de armonizar los resultados de sus investigaciones con las afirmaciones provenientes de su fe religiosa. En realidad, lo que podemos constatar desde nuestra perspectiva histórica, es que había una cierta incomprensión del alcance, y también de las limitaciones, del método que estaban inventando. Esa incomprensión, junto con los logros patentes de la nueva ciencia, era una nueva oportunidad para reivindicar, de una manera polémica, el triunfo de la ciencia y la razón frente a la fe.

No es este el lugar para hacer un análisis histórico y sociológico detenido, pero sí parece claro que hay una serie de prejuicios que se abren paso en la época moderna al amparo de la ciencia y que son el cauce de dicho enfrentamiento. Yo los clasificaría en tres categorías:

1. El problema de la verdad. La ciencia se impone como el modo indiscutible de conocer la verdad. La religión contiene falsedades que la ciencia va desvelando. Incluso los milagros son explicables de un modo científico.
2. La ciencia promueve la actitud crítica en oposición al dogmatismo que supuestamente impondría la fe. En ese momento se tiende a identificar una actitud de fe con la aceptación de supersticiones.
3. Libertad de pensamiento. El espíritu crítico que se defiende en aquellos momentos va más allá del uso de razonamientos que permitan aceptar o refutar una afirmación, lo que se persigue es establecer una independencia completa respecto de cualquier tipo de autoridad en el ámbito cognoscitivo. Se acusa a la religión de pretender ejercer un control y censura también fuera de los ámbitos que podrìa defender como propios.

Me parece claro que la raíz del enfrentamiento no es, por tanto, de carácter científico sino ideológico.

Ha dicho que los primeros científicos buscaban armonizar los resultados de la ciencia con los contenidos de su fe. ¿Qué caminos siguieron y que resultados obtuvieron?

El fondo del problema, en mi opinión, está en el establecimiento de dos polos que se han presentado a veces como incompatibles. La cuestión es si puedo creer –el saber de la fe- sin tener que renunciar a saber racionalmente. Como puede comprender, este problema sigue siendo hoy tanto o más vigente que entonces. Es claro que en el inicio del cristianismo, y durante muchos siglos después, la primacía del saber recaía sobre la fe. El problema entonces era conseguir las categorías racionales que permitieran expresar un saber que se consideraba netamente superior al saber proporcionado por la razón humana, por los filósofos. Lo que se pretendía era transmitir sin traicionar su contenido, de la manera más universal posible, el conocimiento aportado por la revelación. El gran aliado y el instrumento más eficaz para acometer esta tarea, desde el punto de vista intelectual, era la Filosofía.

En el mundo occidental del siglo XVII, con un escenario tan distinto al anterior, la primacía de la fe es todavía incuestionable para la gran mayoría de los intelectuales. Más aún, muchos científicos de entonces veían en el avance de la ciencia una fuente fecunda de inspiración apologética. No faltaron incluso representantes de la cultura católica del momento que saludaron con júbilo a la nueva ciencia. El cardenal de Bérulle, por ejemplo, animó abiertamente al joven Descartes a que llevara a cabo la reforma de la Filosofía que propugnaba y que parecía tan conveniente en ese momento. El argumento del "Dios relojero" del cardenal Bossuet es también un claro ejemplo de lo que estamos diciendo. No obstante, muchos de ellos vieron ensombrecerse sus expectativas a la vuelta de muy pocos años.

¿Cómo conseguir armonizar la nueva Filosofía -la ciencia- y la fe? En realidad, la aspiración de fondo que contenía esta pregunta ya no era, como en los primeros siglos del cristianismo, expresar la riqueza de los contenidos de la fe en categorías racionales que fueran validas para cualquier cultura, sino el poner de manifiesto la compatibilidad entre ciencia y fe. Sin que fuera algo explícito, se trataba ahora de poner a salvo la fe del avance imparable de la ciencia. A esto parecía haber quedado reducida la pretendida armonía entre fe y ciencia. Por otra parte, para muchos, el nuevo saber estaría en condiciones de dar respuesta, cada vez más completa y racional, a todo lo que anteriormente estaba sustentado sólo por creencias religiosas.

De esta manera, la búsqueda de la armonía desde la posición preeminente de la fe, se transforma en una defensa de la fe que pretende llevarse a cabo con las armas de la ciencia. En todo este proceso se ve con claridad cómo actúa de una manera determinante la incomprensión de lo que es y de lo que da de sí el método científico.

La actitud de Descartes es paradigmática en el proceso que estamos describiendo. Por un lado el filósofo francés defiende el tradicional primado de la metafísica, propone una nueva prueba de la existencia de Dios, asigna una supremacía absoluta a la esfera del espíritu, la moral y las instituciones tradicionales. Por otro lado confía a las categorías proporcionadas por la nueva ciencia, y al método matemático en el que tienen su principal apoyo, la interpretación de lo que ocurre en el mundo sensible y la construcción de una síntesis cosmológica. La armonía, en este caso, se ha conseguido a través de la separación de dos ámbitos en los cuales pueden moverse a sus anchas el mundo de la ciencia y el mundo de la fe. Si la religión y la ciencia pertenecen a esferas incomunicables, la defensa de la fe está asegurada.

Este modo de afrontar el problema de la armonía entre la ciencia y la fe era netamente insuficiente y los problemas no podían tardar en aparecer. Un ejemplo que expresa perfectamente el punto al que se llega con estos planteamientos es el famoso episodio protagonizado por Napoleón y Laplace: Cuando el científico explicó al ilustre oyente las líneas generales de su cosmología, este le preguntó que puesto había reservado a Dios en su sistema. La repuesta de Laplace fue "no he tenido necesidad de esa hipótesis". Esta frase condensa el espíritu de una corriente filosófica coherente con el paisaje que acabamos de esbozar y que vemos nacer en ese momento: el Positivismo.

¿Se ha conseguido superar esa visión bipolar de la ciencia y la fe en nuestros días?

El Positivismo ha experimentado sucesivas versiones durante los últimos siglos. Los espiritualismos, el vitalismo, el cientificismo y los diversos deísmos son una consecuencia clara de la escisión entre la razón y la fe que, en su origen, se remonta a algunos siglos antes de la aparición de la ciencia moderna; concretamente la podemos asociar al Nominalismo. Sus consecuencias me parece que siguen vivas en nuestros días. Pienso que la encíclica "Fe y Razón" de Juan Pablo II es una llamada a cerrar la grieta abierta por estos planteamientos entre la fe y la razón, aunque aquí nos estamos refiriendo más específicamente a una parcela de la razón que es la ciencia. Conseguir esta soldadura exige, en el ámbito de la ciencia, seguir trabajando por profundizar en la comprensión del método científico y concederle el lugar que le corresponde en el marco más amplio de la racionalidad. Pienso que se han dado pasos importantes en los últimos años. La creación de grupos interdisciplinares, por ejemplo, puede ayudar en la realización de esta tarea que todavía queda pendiente. Hace falta llegar a la raíz de estos problemas, de lo contrario serían simplemente pospuestos y reaparecerán antes o después de maneras diversas y con distintos títulos.

¿Piensa que la ciencia actual permite, como lo intentaron los primeros científicos, alcanzar mejor la deseada armonía entre ciencia y fe?

El peligro sigue siendo el mismo de entonces. También en la actualidad se constata la dificultad que tiene escapar a la tentación de reducir armonía a defensa. Hoy en día, como en los comienzos de la ciencia moderna, los conocimientos científicos que vamos alcanzando, no suponen un obstáculo para admitir el conocimiento que proporciona la fe: no hay que renunciar a la fe para ser hombres de ciencia. El ensancharse de la ciencia no hace sino poner de manifiesto que también se agrandan los límites de lo que no llegamos a conocer. Saber más es también saber que hay muchas más cosas que quedan por conocer. La ciencia ofrece respuestas pero, al mismo tiempo, permite comprender mejor la profundidad de los misterios con los que siempre se ha medido la razón humana. A finales del siglo XIX no eran pocos los que anunciaban el fin ya cercano de la Física, que entonces constituía el paradigma de lo que puede ser llamado científico. Se pensaba que estábamos en condiciones de alcanzar una comprensión global, y no sólo global sino completa, del Cosmos. Hoy, junto con el espectacular progreso de la ciencia, esa ilusión parece más que nunca un espejismo. Es necesario comprender bien qué se quiere decir con armonía: ni separación absoluta de ámbitos como modo de mutua defensa, ni confusión metodológica que nos llevaría a unas consecuencias parecidas. No es el conocimiento científico el que nos permite establecer la mencionada armonía, sino nuestra comprensión de la ciencia y su método lo que nos permite establecer vías de tránsito entre las distintas disciplinas, con el mutuo enriquecimiento que esa comunicación lleva consigo.

Esto que está diciendo ¿no lleva a reclamar el papel que corresponde a la Filosofía en la comprensión de la Naturaleza?

Efectivamente, todo intento de reducir el conocimiento a pura ciencia como de reducir la realidad a lo que nos ofrece de ella el positivismo, en cualquiera de sus versiones, está condenada al fracaso. El Circulo de Viena fue un intento de rescatar al positivismo apoyándolo sobre la base de una ciencia renovada, lo que consideraban el único modo fiable de conocimiento de la realidad. Su intento se mueve dentro de esa "inclinación antirreligiosa" de la que hablábamos al principio, tampoco escapa a los prejuicios que se abren paso en la época moderna y que clasificamos en tres categorías. En los promotores del Neopositivismo es explícito el rechazo de la metafísica. Consideran que la metafísica sólo sirve para dar la razón a la religión. Los primeros positivistas, al menos, querían encontrar argumentos racionales que dieran razón de por qué Dios no era necesario para explicar el mundo. Dios no hace falta en esa explicación porque el mundo se explica por sí mismo. El neopositivismo, en realidad tiene menos pretensiones, simplemente acusa a la metafísica de proponer afirmaciones insensatas. Es paradójico cómo un "exceso" de racionalidad conduce a su rechazo, a su disolución en el cientificismo neopositivista.

A pesar de todo lo dicho, en la actualidad sigue haciéndose Filosofía de la Naturaleza. Más aún, se siguen planteando las mismas cuestiones que ocuparon las reflexiones de los metafísicos de la antigüedad y medievales. Aunque no se llame metafísica, muchos autores siguen retomando los temas de los que se ocupaba la vieja metafísica. También es verdad que a veces estos temas se plantean sin la sutileza que los maestros de la metafísica alcanzaron. Hoy estamos en condiciones de comprender mucho mejor hasta qué punto se reclaman mutuamente la ciencia, la razón y la fe. En esta colaboración, la filosofía desempeña un papel muy importante. Pe

viernes, 20 de febrero de 2009

Imágenes del primer día del Curso
















El Catedrático de Filosofía Armando Segura inauguró el Curso con una breve presentación del mismo y su conferencia sobre el origen del hombre. A media tarde intervino el Catedrático de Geometría, Sebastián Montiel para hablar del método científico y filosófico en el estudio del origen del universo. El curso ha sido éxito en cuanto al número de inscripciones, con 88 participantes matriculados, además de las personas que asisten a las conferencias. Se puso un video del que ofrecemos un extracto de dos minutos:

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cambios en el horario de algunos ponentes




Por diversos motivos se ha tenido que hacer una reestructuración de las intervenciones de los ponentes. A fecha de hoy, este es el orden previsto:

19 de febrero, jueves:

16.30: La evolución. El origen del hombre por Armando Segura, Catedrático de Filosofía, Universidad de Granada

18.30: El único materialismo posible por Sebastián Montiel, Catedrático de Geometría y Topología, Universidad de Granada

23 de febrero, lunes:

16.30: Alma y cerebro por Juan José Acero, Catedrático de Filosofía, Universidad de Granada

19.00: Evolucionismo y creacionismo por Evandro Agazzi, Catedrático de Filosofía de la Ciencia, Universidad de Génova, Presidente de la Academia Internacional de Filosofía de la Ciencia

26 de febrero, jueves:

16.30: Mente y cerebro por José Manuel Giménez Amaya, Catedrático de Neurociencia, Univ. Autónoma Madrid

2 de marzo, lunes:

16.30: El método filosófico en el estudio del universo por Juan Arana, Catedrático de Filosofía de la Naturaleza, Universidad de Sevilla

19.00: El Diseño Inteligente por Santiago Collado, Profesor de Filosofía, Universidad de Navarra

4 de marzo, miércoles:

19.00: Relaciones entre ciencia y religión. El caso Galileo por Ignacio Sols, Catedrático de Álgebra, Universidad Complutense

jueves, 12 de febrero de 2009

Ampliado el plazo de inscripción hasta el 19 de febrero


Aunque ya se ha superado ampliamente el número mínimo de asistentes para que el curso sea viable, se ha ampliado una semana el plazo de inscripción, hasta el mismo día de comienzo del curso, a las 14:00, siempre que queden plazas disponibles. Debido a los exámenes que finalizan este sábado, a algunas personas interesadas les venía mejor inscribirse durante la semana próxima. Aprovechando esta noticia y que HOY se cumple el Bicentenario de Darwin, ponemos un nuevo video de Evandro Agazzi, uno de los ponentes del Curso, en que distingue el método científico y filosófico, una de las claves para evitar confusionismos estériles.

viernes, 6 de febrero de 2009

Horario detallado del Curso


Éste es el horario detallado del curso, que puede tener alguna leve modificación..

19 de febrero, jueves, 4 horas
El método científico y el filosófico en el estudio del universo.
16.30-17.30 Intervención de Juan Arana, catedrático de Filosofía de la Naturaleza. Universidad de Sevilla
17.45-18.15 Vídeo-Entrevista a Evandro Agazzi
18.15-19.15 Intervención de Sebastián Montiel, catedrático de Geometría y Topología. UGR
19.15-19.40 Preparación del Coloquio por grupos de trabajo
19-40-20.30 Coloquio con los dos ponentes

23 de febrero, lunes, 4 horas
La evolución. El origen del hombre. Evolucionismo y creacionismo
16.30-17.30 Intervención de Armando Segura, catedrático de Filosofía UGR
17.30-18.00 Vídeo nº 1 de El origen del hombre
18.00-18.15 Preparación del Coloquio por grupos de trabajo
18.15-19.00 Coloquio con Armando Segura
19.00-20.00 Intervención de Evandro Agazzi, Catedrático de Filosofía de la Ciencia, Universidad de Génova y Presidente de la Academia Internacional de Filosofía de la Ciencia (Bruselas)
20.00-20.30 Coloquio con Evandro Agazzi


26 de febrero, jueves, 4 horas
Mente y cerebro.
16.30-17.30 Intervención de José Manuel Giménez Amaya
Catedrático de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid
17.30-17.45 Preparación del Coloquio por grupos de trabajo
17.45-18.15 Coloquio con José Manuel Giménez Amaya
18.15-19.00 Vídeo “Mente y Cerebro”
19.00-20.00 Intervención de Juan José Acero, Catedrático de Filosofía UGR
20.00-20.30 Coloquio con Juan José Acero


2 de marzo, lunes, 4 horas
El Diseño Inteligente.
16.30-17.30 Intervención de Santiago Collado,
Profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra
17.30-18.30 Vídeos nº 2 y 3 de El origen del hombre
18.30-19.15 Preparación del Coloquio por grupos de trabajo
19.15-20.30 Coloquio con el ponente

4 de marzo, miércoles, 4 horas
Relaciones entre ciencia y religión. El caso Galileo
16.30-18.00 Vídeos nº 4 y 5 de El origen del hombre
18.00-19.00 Coloquio posterior sobre los videos
19.00-20.30 Intervención de Ignacio Sols Luciá
Catedrático de Álgebra de la Universidad Complutense de Madrid

martes, 3 de febrero de 2009

Quedan pocos días de plazo para poder inscribirse en el curso


Este es el cartel oficial del curso. Si quieres descargarlo con más calidad, haz clic aquí.

sábado, 31 de enero de 2009

El darwinismo después de Darwin


Artículo de Carlos A. Marmelada
Fuente ACEPRENSA, 28 Enero 2009

Desde la muerte de Darwin, acaecida el 19 de abril de 1882, hasta principios del siglo XX, el darwinismo fue apagándose lentamente. El no poder explicar los mecanismos de la herencia parecía que condenaba a la teoría a la extinción intelectual. Sin embargo, el redescubrimiento de los trabajos de Mendel, por parte de tres investigadores que trabajaban independientemente –Hugo de Vries, Carl Correns y Erich von Tschermak–, permitió crear la genética moderna, lo que favoreció la resurrección del darwinismo.
Hugo de Vries propuso una nueva teoría de la evolución, conocida como mutacionismo, que esencialmente elimina la selección natural como el proceso principal en la evolución. El mutacionismo propuesto por de Vries fue rechazado por muchos naturalistas contemporáneos y también por los llamados biometristas. Según éstos, la selección natural es la causa principal de la evolución, a través de los efectos acumulativos de variaciones pequeñas y continuas. Mutacionistas y biometristas se enzarzaron, durante las dos primeras décadas del siglo XX, en una agria polémica, centrada en la cuestión de si las especies aparecen de forma repentina por mutaciones importantes (cualitativas), o de manera gradual por acumulación de variaciones pequeñas (cuantitativas).
Hubo que esperar hasta la década de los treinta para que se elaborara una teoría de la evolución que integrara la aportación esencial de Darwin, la selección natural como motor de la evolución, con la recién descubierta herencia mendeliana. Los principales científicos que llevaron a cabo la teoría sintética de la evolución fueron Theodosius Dobzhansky, George G. Simpson y Ernst Mayr. En la teoría sintética, también conocida como neodarwinismo, la interrelación de la mutación, la recombinación genética del ADN, la deriva genética, la migración y la selección natural eran los factores que daban pie a los cambios evolutivos en los seres vivos.

¿Gradualmente o a saltos?

Pero la teoría sintética tendría que hacer frente a algunas críticas. Por un lado, en los años sesenta, algunos matemáticos objetaban que no había habido tiempo suficiente para que la evolución se hubiera producido siguiendo los mecanismos descritos por Darwin. Por otro, el registro fósil presentaba unas discontinuidades que no podían ser explicadas desde el gradualismo.
Entonces John Eldredge y Stephen Jay Gould propusieron la teoría del equilibrio puntuado. Según estos autores, la evolución se caracteriza por largos periodos de tiempo estables, estasis, alternados por breves lapsos (unos pocos milenios) en los que los cambios se producirían de forma abrupta. Según ellos esto casaría más con el registro fósil. En la actualidad el debate entre el gradualismo neodarwinista y el saltacionismo de Gould y Eldredge sigue vivo.
En todo caso, 150 años después de su propuesta, la teoría de Darwin se ha convertido en el gran pilar de las ciencias de la vida. Actualmente, y tal como decía Theodosius Dobzhansky, en biología no hay nada que tenga sentido si no es a la luz de la teoría de la evolución; algo que podría extenderse a las ciencias biomédicas. Hoy en día la evolución como hecho es aceptada por la inmensa mayoría de los científicos. Lo que se cuestiona es si la selección natural darwiniana tiene tanta incidencia en el hecho evolutivo como suponía el naturalista inglés.
Hay quienes no están de acuerdo en que la selección natural tenga un papel tan determinante en el proceso evolutivo. Por esto, algunos piden una nueva teoría de la evolución, una nueva síntesis, que vaya más allá de la propuesta por los neodarwinistas. Otros aducen que la bioquímica presenta retos insalvables al darwinismo y abogan por la existencia de un diseño inteligente en la naturaleza capaz de ser descrito por los métodos de la ciencia, una propuesta que está levantando debates muy acalorados.
La idea de que la vida se ha desplegado a lo largo del tiempo a través de un proceso evolutivo es una conquista de la ciencia que ya no tiene marcha atrás, como sucede con el Big Bang en cosmología y el heliocentrismo en astronomía. El mérito de Darwin consistió en ser el principal artífice de que esta idea se impusiera con tanto vigor.
De todos modos, la teoría de la evolución continúa teniendo grandes retos que resolver. Aún no sabemos cómo se originó la vida, ni cómo se pasó de la célula procariota a la eucariota. El origen de los reinos continúa siendo hipotético, y el que se hayan desarrollado a partir de formas determinadas de vida primitiva no pasa de ser una suposición más o menos coherente. Lo mismo sucede al nivel siguiente, el de los fila. Los orígenes de estos planes básicos de organización de la vida son oscuros, y no vienen garantizados por el registro fósil tal como lo entiende el gradualismo.

Carlos A. Marmelada es profesor de la Universitat Internacional de Catalunya, autor de más de 180 artículos sobre evolución humana y del ensayo El origen del hombre. Cuestiones fronterizas (Palabra); ha hecho guiones para documentales sobre evolución y ha impartido numerosas conferencias sobre este tema. En la actualidad tiene en imprenta una biografía novelada sobre Darwin (Charles Darwin. Una vida para la ciencia, Ed. Casals) y otros libros en preparación.

martes, 27 de enero de 2009

El plazo de inscripción del curso empieza el Jueves 29


A partir de este jueves, 29 se abre el plazo de inscripción para el Curso en el Centro de Formación Continua de la Universidad de Granada.

Estos son los datos del curso en la web del centro.
los universitarios que quieran el apuntarse al Curso.

Para inscribirse, basta con pasar por el Centro: Avda. de la Constitución nº 18 Edificio Elvira, Granada, de Lunes a Viernes, de 9 a 14 horas, llevando el resguardo de matrícula y una fotocopia del DNI. Posteriormente, con la Carta de Pago, abonar los 30,39 euros en la entidad bancaria que se indique.

Se recomienda no demorar la inscripción para asegurar la plaza. El plazo acaba el 12 de febrero

lunes, 26 de enero de 2009

Video resumen interesante

Este clip anuncia el video "El origen del honbre" del que se pondrán diversos cortes en el curso del Bicentenario de Darwin, para tener posteriormente debates.


Este video estará disponible en unos meses en www.goyaproducciones.com

domingo, 25 de enero de 2009

El Origen del Universo - Christian de Duve, Premio Nobel


En este video interviene Christian de Duve, un citólogo y bioquímico inglés, catedrático de la Universidad de Lovaina y en el Instituto Rockefeller de Nueva York. Recibió el Premio Nobel de Medicina en el año 1974. De Duve fue discípulo de Georges Lemaître, sacerdote católico y astrofísico belga que en 1927 publicó un informe en el que resolvió las ecuaciones de Einstein sobre el universo entero y sugirió que el universo se está expandiendo. En 1931, propuso la idea que el universo se originó en la explosión de un «átomo primigenio» o «huevo cósmico» o hylem. Dicha explosión ahora se llama el Big Bang.

martes, 20 de enero de 2009

Datos básicos del Curso


Días 19, 23 y 26 de febrero / 2 y 4 de marzo de 2009
Horario: 16,30-20,30
Lugar: Colegio Mayor Albayzín, Universidad de Granada

El Curso está en fase de aprobación por el Centro de Formación Continua de la UGR. Por problemas burocráticos no se tendrá la aprobación (ni por tanto se podrá hacer gestión de matrícula) antes del 5 de febrero. Si todo sale como está previsto, esto serán los datos:

Coste: 31,70 euros (hay posibilidad de becas de la UGR)
Créditos: 2 de libre configuración reconocidos por el Centro de Formación Continua que cada facultad podrá reconocer
Plazas: 90

Todas las personas interesadas en el Curso (contando con que se dan los créditos) y que quieran que se les informe personalmente en cuanto se apruebe y tener así más posibilidad de asegurar la plaza deben escribir un correo a dirección@colegiomayoralbayzin.es

Además de los participantes del curso, a las conferencias podrá asistir libremente quien lo desee, mientras haya aforo suficiente. Éstos son los ponentes:

19 de febrero, jueves
El método científico y el filosófico en el estudio del universo
16.30
Juan Arana
Catedrático de Filosofía de la Naturaleza
Universidad de Sevilla
18.30
Sebastián Montiel
Catedrático de Geometría y Topología
Universidad de Granada

23 de febrero, lunes
La evolución. El origen del hombre. Evolucionismo y creacionismo
16.30
Armando Segura
Catedrático de Filosofía
Universidad de Granada
19.00
Evandro Agazzi
Catedrático de Filosofía de la ciencia
Universidad de Génova
Presidente de la Academia Internacional de Filosofía de la Ciencia

26 de febrero, jueves
Mente y cerebro
16.30
José Manuel Giménez Amaya
Catedrático de Neurociencia
Universidad Autónoma de Madrid
19.00
Juan José Acero
Catedrático de Filosofía
Universidad de Granada

2 de marzo, lunes
El Diseño Inteligente.
16.30
Santiago Collado
Profesor de Filosofía
Universidad de Navarra


4 de marzo, miércoles
Relaciones entre ciencia y religión. El caso Galileo
19.30
Ignacio Sols
Catedrático de Álgebra
Universidad Complutense de Madrid

martes, 6 de enero de 2009

El evolucionismo y sus ramificaciones: ciencia y religión


Interesante artículo de Juan A. Herrero Brasas, profesor de Etica Social en la Universidad del Estado de California, publicado en la versión impresa de El Mundo el 26 de diciembre de 2008. Interesante también si se tienen en cuenta escritos precedentes de este autor, no precisamente en defensa de tesis proclives a la religión

En el año que ahora termina se cumple el 150 aniversario de la publicación de El Origen de las especies, obra sobre la que Charles Darwin sustentó su teoría de la evolución. La extraordinaria influencia que dicha teoría ha ejercido en la sociedad occidental a lo largo de más de un siglo es algo que tan sólo en la actualidad estamos empezando a vislumbrar en sus auténticas dimensiones.

La teoría de la evolución de Darwin, como es sabido, no surgió en un vacío (Jean B. Lamarck y otros ya habían propuesto sus propias teorías evolucionistas). La idea estaba en el aire, por así decir, pero en El origen de las especies, con sus minuciosas observaciones, Darwin le dio su formulación más sólida y convincente. La teoría darwiniana de la evolución prendió en la mentalidad popular y en las esferas intelectuales con una rapidez y fuerza pasmosas, e influyó decisivamente sobre el clima intelectual y político de la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Su influencia está presente de un modo central, por ejemplo, en la teoría marxista (El Capital apareció publicado nueve años después de El origen de las especies), como también lo está, entre muchos otros autores decimonónicos, en el pensamiento de Nietzsche y hasta en el del poeta norteamericano Walt Whitman.

En la evolución darwiniana el hombre moderno creyó ver revelada por la naturaleza misma la dirección del progreso, y entendió que lo racional y adecuado era colaborar con ese impulso evolutivo por todos los medios a su alcance. Tal convicción encontró su punto de eclosión en la ideología nazi. Pero para el momento en que el nazismo adquirió su monstruosa forma política, el mundo occidental estaba ya infectado por la ideología del darwinismo social, una ideología de cooperación racional con la evolución de la naturaleza. Racismo y darwinismo social han ido de la mano a lo largo del siglo XX.

La idea de la supervivencia del más fuerte, versión original de la teoría de la evolución darwiniana, entendida como mecanismo exclusivo, carece de suficiente fuerza explicativa. Por ello daría paso en la segunda mitad del pasado siglo a la más sofisticada noción de mutación genética por azar (random genetic mutation). Las mutaciones genéticas, que se producen por azar, pueden ser positivas (las que favorecen una mejor adaptación al medio y proporcionan ventajas reproductivas), indiferentes o negativas. Las mutaciones favorables ocurridas al azar -estadísticamente muy improbables- se habrían ido acumulando hasta dar lugar al estado actual de la naturaleza. Por supuesto, según la teoría, el proceso es más complejo de lo que es posible explicar en un par de líneas, pero lo que subyace en definitiva es la noción del puro azar.

La idea de que, dada la suficiente cantidad de tiempo, el azar es capaz de dar lugar a todo tipo de combinaciones ha sido defendida por los teóricos más radicales del evolucionismo. Es famoso el planteamiento del astrónomo Sir Arthur Edington, que en 1929 afirmó que, dado el tiempo suficiente, un batallón de chimpancés tecleando al azar acabaría escribiendo todas las obras que hay en el Museo Británico. Hoy, sin embargo, una rama de las matemáticas, la probabilística, valiéndose de los últimos avances de la informática, ha demostrado la práctica imposibilidad de la predicción de Edington, y con ello, sin pretenderlo, ha planteado un imponente reto a la teoría de la evolución. Un ejemplo concreto que ponen matemáticos y expertos en probabilidad, como Michael Starbird, de la Universidad de Texas, es el análisis de las probabilidades que hay de que a base de teclear una combinación de 18 caracteres y espacios al azar surja de modo fortuito la shakespeareiana frase To be or not to be.

Este es el resultado: si tuviéramos mil millones de chimpancés tecleando al azar una vez por segundo una combinación de 18 letras y espacios (los que ocupa dicha frase) desde el inicio mismo del universo, hace aproximadamente 13.700 millones de años, la probabilidad de que para el momento actual en alguno de esos tecleos al azar hubiera surgido To be or not to be es una de entre mil millones. Es decir, pese a ese inimaginable número de tecleos, la aparición de dicha frase al azar es infinitamente más improbable que ganar la más difícil de las loterías a base de comprar tan sólo un billete.

Cada una de los millones de coincidencias fortuitas, mutaciones y combinaciones de mutaciones al azar que han tenido que ocurrir para dar lugar a la extrema sofisticación del organismo humano y del resto de la naturaleza implican una probabilidad menor que la aparición de To be or not to be en un tecleado al azar. No hará falta decir más para hacerse idea del descomunal problema que este hallazgo representa para una teoría de la evolución puramente ciega, al azar: dicho de modo simple, no ha habido, ni remotamente, tiempo suficiente desde que hay vida en el planeta Tierra para que se produzcan y acumulen al azar semejante cantidad de mutaciones.

Este problema ya había sido intuido por los grandes físicos del siglo XX. A Einstein se debe la famosa frase de que «Dios no juega a los dados con el Universo», a lo que Niels Bohr replicó: «Quién eres tú, Einstein para decirle a Dios lo que tiene que hacer». Dando aún más la vuelta a la tuerca, Stephen Hawking sentenció: «Dios no sólo juega a los dados, sino que los echa donde no los podemos ver».

El problema no es creacionismo bíblico frente a big bang y evolución. Ese es un dilema ficticio generado a partir de ciertos grupos fundamentalistas norteamericanos. El big bang y la evolución no son de por sí cuestiones que planteen un problema para la religión. El big bang fue descubierto por George LaMaitre, científico belga y sacerdote católico de la primera mitad del siglo XX. Hasta tal punto la teoría del big bang no se veía (ni se ve) como una amenaza para la religión, que Pío XI condecoró a LaMaitre por su descubrimiento. Es más, la teoría del big bang conduce fácilmente a la noción de un poder superior que ha creado el universo a partir de la nada. Precisamente porque esta teoría se veía como tan conveniente para la religión (y especialmente sospechosa, claro, procediendo de un sacerdote católico), Sir Alfred Hoyle, prestigioso matemático, ateo militante y evolucionista convencido, se burló de la misma bautizándola «el big bang», nombre con el que se ha quedado. Poco antes de morir, en 2001, Hoyle, a la vista de los últimos descubrimientos en probabilidad, publicó The Mathematics of Evolution, un libro en que demuestra matemáticamente la imposibilidad de la evolución al azar, por las razones expuestas anteriormente. En su libro, todavía desde un ateísmo militante, Hoyle hace un urgente llamamiento al mundo de la ciencia para que encuentre un nuevo soporte explicativo para la teoría de la evolución antes de que ésta, en su formulación actual, se desplome o caiga en el desprestigio. Un complicación añadida es que, cuando se observan los procesos de azar a gran escala (algo que es posible ahora gracias a los avances informáticos) se observan regularidades. Esto parece sugerir que, en última instancia, incluso si la evolución se hubiera producido por azar, sólo habría sido por un azar aparente.

Son precisamente estos descubrimientos en probabilidad y en física los que están generando entre algunos pensadores una auténtica hipótesis científica de la existencia de un poder e inteligencia supremos, es decir, lo que habitualmente llamamos Dios. Es el caso de intelectuales como Antony Flew, exponente máximo del ateísmo en la segunda mitad del siglo XX. En sus numerosos libros, artículos y debates públicos, Flew argumentó incansablemente a lo largo de décadas a favor de las tesis del ateísmo. En 2004, para perplejidad general, ante una audiencia que esperaba escuchar sus más sofisticadas argumentaciones en defensa del ateísmo, Flew anunció que, basado en la más reciente evidencia científica, había llegado a la inevitable conclusión de que existe Dios. El proceso de su conversión intelectual lo explica en detalle en su reciente libro There Is a God. Pero entiéndase que Flew no estaba necesariamente refiriéndose al Dios bíblico, sino tan sólo a la existencia de un Ser supremo que ha creado el universo y ha guiado la vida sobre la Tierra a su punto actual. De hecho, Flew sigue sin creer en la vida después de la muerte ni en otros postulados que se asocian con el Dios bíblico.

A 150 años de la publicación de El origen de las especies, a 141 de la publicación de El Capital y a poco más de cien de las principales obras de Freud, si una lección debemos sacar es la de ser prudentes y no asumir ciega o fanáticamente lo que la ciencia, y los intereses que subyacen a ella en cada momento histórico, nos presentan como absolutamente evidente e incontrovertible.

viernes, 2 de enero de 2009

Entrevista a Evandro Agazzi (1) Evolución y Creación son compatibles


Esta es una entrevista a Evandro Agazzi, Profesor de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Génova de la que subiré un par de cortes más. La entrevista completa está en el documental "El origen del hombre" que en breve pondrá a la venta PRODUCCIONES GOYA.
Agazzi intervendrá en el curso el lunes 23 de febrero a las 19:30, en el Colegio Mayor Albayzín, en la Universidad de Granada.